Hoy toca danza, no todo va a ser llanto, fuego y cemento. En estas fechas, buena parte de la provincia está de fiesta o lo ha estado; muchos de los segovianos errantes vuelven al pueblo, y bailan la jota. Hace poco fue en Cantalejo, con la jota Briquera; en Cuéllar, «A por ellos»; en Navalmanzano, «la Tía Melitona»; en Zarzuela del Monte, Navas de San Antonio y Vegas de Matute, la contradanza de Sixto «Saluda»; en El Espinar, La Respingona…
La memoria de un pueblo se conserva viva en su folclore, esa luz que luego ha de alumbrar su futuro. Y que no nos quiten lo bailao, por favor, porque un colectivo humano que no canta ni baila, pierde lo vivido y camina sin rumbo hacia un mañana incierto. El año en que los que se fueron no regresen al pueblo para a bailar la jota ante su Virgen o su Cristo, el día de la Función, que el último en salir apague la luz.
Mirémoslo en positivo, ya sea grande o pequeño, todo pueblo que canta y baila en grupo es porque tiene razones para celebrar algo; esto le ayuda refrescar su pasado y a afrontar en común su camino. ¿Y el presente? Ese lo hacen cada día los que resisten.
Por eso es necesario agradecer lo mucho que en su día han hecho por el folclore segoviano precursores como Agapito Marazuela y las sagas de Los Silverio y Los Barreno, entre muchos dulzaineros anónimos; y ahora, artistas y grupos como Ismael, Nuevo Mester de Jugaría o La Esteva, que lo conservan y divulgan, durante más de medio siglo encima de los escenarios.
Cada vez es más difícil defender la cultura popular. En el siglo XXI, los nuevos medios audiovisuales arrasan con todo. También nosotros nos dejamos arrastrar. Ahora, todos los niños dominan el mando a distancia del televisor, el móvil y la tablet, pero la mayoría es incapaz de bailar una jota medio bien. No es una censura amarga a los pequeños, porque tampoco saben bailarla muchos de los concejales y personajes públicos, cuando les toca salir a danzar en la plaza. Algo estaremos haciendo mal.
Cómo explicar a los más pequeños, con claridad, que la danza es un sentimiento ancestral, que sale de dentro, que arranca de nuestras raíces, que se mama en la infancia y que luego busca la excelencia a través de la práctica y del placer de bailar ante tus iguales. Cómo enseñar a los niños que bailar puede llegar a ser un medio hermoso para enamorar y enamorarte, y para reafirmar tu identidad; hay que decirles que la elegancia de escenificar bien una jota va más allá de la belleza, pues se eleva hasta alcanzar el arte, cuando las mozas mueven al compás sus manteos o un mozo baila con solemnidad la Entradilla.
Más sencillo aún: el pueblo que es capaz de bailar una jota en grupo, confirma su condición de pueblo. El mío lleva varios siglos bailando su jota, La Respingona, que se ha metido, de forma permanente, en la memoria colectiva de mi pueblo, desde tiempo inmemorial. Todavía y por muchos años, esa jota de rueda intergeneracional une a vecinos y forasteros, alrededor de La Corredera de El Espinar, donde nadie es más que nadie al bailarla. No existe acto más democrático. Todos iguales. Es nuestro himno, sin letra.
A comienzos del siglo XX, la tocaba «La Popular», la banda del impresor segoviano Carlos Martín, cuando llegaba al pueblo para amenizar fiestas y actos especiales. Desde 1940, la interpreta la Banda Municipal, y cuantos dulzaineros y orquestas han subido al quiosco de La Corredera. Nadie que la haya conocido de niño, por muy lejos que le haya llevado el destino, la olvida.
La Respingona goza de muy buena salud, pero conviene darle aire fresco a las tradiciones. Dos nuevos proyectos han surgido para sumarla vigor, a cargo del Grupo de Danzas de El Espinar, según sendas ideas del ya fallecido Juan Jesús María «Chuso». Hace seis años, por estas fechas, me llamó deprisa y corriendo para que le encontrara una viñeta de Forges sobre La Respingona en el programa de las fiestas del Caloco de 1968 ¡Medio siglo!
Forges, otro de los nuestros; siempre que le preguntaban al genial dibujante por su canción preferida, en la radio o en la tele, señalaba a esta jota de su pueblo, El Espinar. Y hasta se la hizo tocar por sorpresa a Federico Ruyra, el trompeta de Alcatraz, en un programa en directo de Jesús Hermida en Televisión Española: «¡Federico, toca La Respingona!» Y sonó.
Y así, desde 2018, la Respingona más grande del mundo congrega, dentro de las fiestas del Caloco, a más de mil parejas bailando en una inmensa rueda, que abraza las plazas de La Constitución y La Corredera (pronto en Records Guinness), y luego culmina en un látigo frenético. El otro impulso es Respingona Folk, que celebra estos días su tercera edición.
El grupo de Danzas, después de un cuarto de siglo, se ha consolidado como un colectivo cultural indispensable en multitud de actos y actuaciones. Agrupa a más de setenta personas, entre socios, profesores y alumnos, con escuela de danza y de vida, en la que aprenden niños y adultos. Respingona Folk es ya el mejor prólogo posible para las fiestas del Caloco, que ya llegan.
Lo canta el Mester: Es El Espinar, es El Espinar / una tierra noble y gabarrera / vamos a bailar, vamos a bailar / La Respingona en La Corredera. Estáis invitados.