Ando con la edición de un nuevo libro. Arranca con cinco cuentos premiados en diferentes concursos y una vivencia personal, El rastro de la sangre, que escribí en 2014 y que, hasta ahora, no había tenido el ánimo suficiente para compartirla.
También he recuperado varias crónicas íntimas que fueron muy bien recibidas por los lectores, por lo que creo merecen una nueva difusión.
Siguen las principales columnas y que he publicado en El Adelantado de Segovia desde abril de 2012, cuando el periódico abrió sus páginas de forma periódica a la opinión de varios pueblos de la provincia, entre ellos El Espinar, y concertó con ocho colaboradores. Me citaron como representante de la cultura -eso dijeron- e incluyeron mi primera impresión: “El Espinar debe ser un espacio en el que cada día sembremos valores nobles y donde la cultura sea su principal seña de identidad”. Años después, sostengo lo mismo.
Aquel encargo de pequeñas crónicas se limitaba una columna cada cuatro semanas; sin embargo, desde el primer artículo, sentí el peso de tener que comprimir en tan poco espacio lo que quería contar. Siempre he estado acostumbrado a escribir sin freno ni límites. Sabía que en literatura «menos es más», y a esa norma procuré ajustarme, poco a poco, sobre todo cuando escribía para publicar con lomo, pero en periódicos, revistas y charlas me solía saltar ese principio elemental.
Así pues, no sé si estas ciento y pico columnas habrán servido para alumbrar a alguien; a mí, al menos, me han enseñado a separar el grano de la paja a la hora de escribir, y también a una tarea muy higiénica: barrer lo que sobra. Ahora también defiendo que en los periódicos es bueno ser breve y conciso, con el fin de tratar bien al lector y no aburrirle con mucho bla, bla, bla. He dejado fuera algunas columnas que ya publiqué en la edición de 2018 del libro Los gabarreros de El Espinar, y he incluido, a mayores, una de Isabel López Villa: A vosotros, los de siempre.
No me gusta tirar comida. Creo, además, que lo que escribo puede tener más provecho que su publicación inicial en El Adelantado, periódico en el que estoy a punto de cumplir medio siglo, y luego en otro más cercano que durante muchos años editó Chuso (El Espinar), además de dar a las columna una tercera vida en mi perfil de Facebook, donde el contacto con los lectores era cálido e inmediato. Incluso, durante una etapa, las narraba cada lunes como Crónicas del Sentimiento, en Onda El Espinar. Estoy disponible siempre para repetir esa tarea, si la radio vuelve a funcionar y me invitan a ello. Amo la radio. Es el medio más mágico que conozco.
En lugar de arrinconar estos recortes en una carpeta, he decidido sacarlos a pasear de nuevo, aprovechando mi humilde y casera editorial: Alma Gabarrera.
Así he visto a mi pueblo a lo largo de estos años, de cerca y con sentimiento.
Gracias.