El Adelantado de Segovia
SEGOVIA ELEGANTE
Juan Andrés Saiz Garrido
No es por casualidad que Segovia sea Ciudad Patrimonio de la Humanidad, distinción muy alta que nos dignifica y obliga a todos. No siempre ha sido así; si hemos llegado hasta aquí, habrá sido por el acierto en la conservación de su legado histórico y cultural. Supongo que esa larga tarea no siempre fue fácil ni bien entendida. Gracias, pues, a los que empujaron el carro en la buena dirección, a veces en silencio. Pero no vamos a quedarnos saciados, mirándonos el ombligo, aún queda mucho trabajo por delante.
Cuando viajo y pregono mi origen, una vez aparcados los tópicos, describo a mi ciudad con un adjetivo: elegante, acompañado de tres sustantivos: gracia, nobleza y sencillez. Y cuento que sus piedras nos lamen el corazón, a pie de calle, a las almas que por ella transitamos a diario, entre monumentos milenarios, una veintena de iglesias románicas, espacios singulares, museos, torres y estatuas que dan testimonio de su pasado, mientras en el aire flotan los versos de nuestros poetas y la frescura del Guadarrama. También están los barrios y los pueblos, cada uno con su personalidad propia. No hay dos iguales.
Hace casi cincuenta años, cuando acariciábamos la libertad y la democracia que llegaban, los músicos de Segovia fueron vanguardia en el folclore: Agapito y Joaquín, Ismael, el Mester, Hadit, la Ronda… Junto al canto de aquella “Segovia viva” se hizo hueco un clamor firme y sereno: ¡Viva Segovia elegante! Lo sigue cantando el Mester, cuando nos recuerda en jota que “somos de Segovia”.
Esta ciudad nos contagia su elegancia a los que en ella vivimos, tanto en lo sublime como en lo cotidiano. Elegante y noble es la Entradilla que interpreta Rita San Romualdo, en un acto solemne que busca la excelencia; elegante es el compás con el que se mueven los manteos de La Esteva; elegante y fresca es la voz de Perico, cuando pregona su origen en la tele del ciclismo; elegantes son los ecos del Mester por cientos y cientos de escenarios, a lo largo de 54 años; elegante es la camisa bordada de Angelito Román, que luce con gracia en las reuniones del Torreón de Lozoya… Hasta el vocabulario de la calle segoviana es elegante y no necesita de anglicismos: majo, repelús, garrido, mocear, pendón, periquete, pimpollo, espetera, arrejuntarse, resalada…
La elegancia de Segovia es un sentimiento sencillo que vuela por encima de modas cursis y de esnobismos horteras, que no sabe de insultos ni de malos gestos, que alza la voz con autoridad y sin ofensas, que no se deja contagiar por la crispación, que sabe apreciar sin impostura las tradiciones y los símbolos comunes, que nos permite compartir la emoción de ver cómo San Frutos pasa una hoja de piedra cada año y, al día siguiente, participar del consiguiente villancico.
Seamos aún más ambiciosos. La elegancia segoviana es una actitud que también puede enseñarnos a convivir mejor con el diferente, a acoger al refugiado, a respetar otros credos e ideas, favorecer la igualdad, fomentar más y mejor empleo, encauzar el turismo, recuperar los edificios que se nos caen a cachos y mantener limpias nuestras calles y plazas.
Ya no basta con hacer las cosas bien, ahora es preciso cuidar los detalles que implica elaborar los proyectos con gracia, nobleza y sencillez. O sea, con elegancia.
Y así, de vez en cuando, recordar el arranque del Buscón con dignidad, más que con orgullo: “Yo, señor, soy de Segovia”.