Lo cuento como lo siento: somos lo vivido, cantado y bailado (el Mester de mi vida) y lo que hemos soñado en las salas de cine (Más cine, por favor). También podemos mamar del pasado a través de documentos gráficos que nos enseñan cómo eran Segovia y nuestros paisanos en tiempos pretéritos.
En 2021, cuando edité el libro sobre la Historia del Transporte de Segovia, manejé miles de fotografías. Comencé con el archivo de Asetra, que es limitado, pues arranca de su fundación, en 1977. Para encontrar fotos anteriores recurrí a coleccionistas cercanos: Juan Francisco Sáez, Juanjo Bueno, Nacho Davía, Juan Manuel Santamaría, Juan Pedro Velasco, Pedro Luis Peñas… Susana Vilches me abrió las puertas del fondo documental de Diputación y Rafa Cantalejo las del archivo Municipall; la nueva archivera de Cuéllar me sorprendió con documentos preciosos. Todos son machadinaos de corazón, comparten su cultura con generosidad. A mí me confiaron lo mucho que guardaban sobre el transporte segoviano, y yo lo recibí como una fuente de agua fresca, sediento que estaba.
De su mano, me fueron llegando para el referido proyecto las mejores imágenes de la primera mitad del siglo XX: Jesús Unturbe Tablada y su alumno José María Heredero, Manuel Riosalido (al que sigo sus pasos por el Rodera y ya van seis entregas impresionantes), Luis Misis, Félix París… También me pasaron instantáneas de los grandes fotógrafos europeos, atraídos entonces por aquella Segovia decadente, agarrada a su belleza: Otto Wunderlich, Robert Guillón,Levy, Antònio Passaporte, Kurt Hielscher, Erika… El siguiente salto al siglo XIX era inevitable. Junto a los primeros daguerrotipos, las láminas y grabados surgieron imparables: Parcerisa, Gustave Doré, Diego Villanueva y Víctor Ugarte.
Para el segundo libro de Asetra, El Transporte de Segovia en imágenes, tuve la ventaja de jugar en casa. El director de la fundación Torreón de Lozoya, Rafael Ruiz, seleccionó muchos documentos gráficos sobre el transporte, rebuscando en el excepcional archivo de Caja Segovia, y me los dató con primor.
¡Gracias a todos! Ellos conservan los originales, yo tengo la dicha de haber conseguido su confianza y la responsabilidad de hacer buen uso estos tesoros. Estos coleccionistas segovianos no guardan sus obras bajo siete llaves, como avaros, sino que las divulgan con gusto. Doy fe de ello. Tras esta gozosa experiencia, sepultado por este aluvión de imágenes, quedé contagiado por el vicio de conocer más y mejor el pasado de esta bendita tierra, a cuya intrahistoria me asomo por la ventana del arte.
El pasado lunes, 28 de octubre, la asociación Amigos del Patrimonio reinició sus conferencias sobre Segovianos que hablan de Segovia en la capilla del Esteban Vicente. Lleno total. El artista plural Pepe Orcajo, con la sencillez y la bondad que siempre acompañan sus pasos, nos comentó una selección de dibujos sobre la Segovia de los siglos XVIII y XIX, que entonces se había convertido en destino romántico para artistas europeos: Bourgoing, Laborde, Taylor, Loker, David Robert…
A los ojos de estos dibujantes ilustres, los históricos monumentos de la ciudad crecieron en sus oleos y láminas, como gigantes que siempre le ganan la batalla al tiempo, pegados a desordenados arrabales, arroyos urbanos de aguas residuales y calles descarnadas, en las que no entra la luz, pero sí la miseria, mientras humildes arrieros trasiegan cabizbajos, entre escombros, y paisanos temerosos de Dios se arrodillan ante el paso del Altísimo de una procesión, camino de la Catedral. Es la Segovia negra.
Más que la colección explicada, el protagonista fue Orcajo, que incluso aportó sus impecables dibujos sobre los autores de esta colección. Sus trazos son inconfundibles, lineas finas y firmes, que describen con claridad y detalle a cada protagonista, sin caer en la caricatura.
Humorista crítico de pluma afilada, con buen pulso para hundir el escalpelo en el punto preciso, a fin de no cortar innecesariamente una vena sana, con el objeto de no hacer más sangre que la precisa; además, su vida es tan intachable, que nadie puede enfadarse con él, por mucho que, en una ciudad tan pequeña como ésta, la crítica sea tan difícil de digerir por los intocables.
Como humorista gráfico comenzó en El Adelantado de Segovia. Después, ha paseado miles de viñetas y personajes por periódicos, Diario de Castilla, Tierra, El Norte… revistas, en especial El Jueves. Y libros, muchos libros.
Fundó El Cochinillo Feroz. Ahora anda con Papeles de Segovia, que dirige con Javier Mosácula. Profesor de Matemática y de Dibujo, fundador del grupo Aqua, Premio Mortadelo de Oro de Editorial Planeta. En las Salas de las Caballerizas del Torreón de Lozoya expuso una colección de cuadros. El museo exhibe uno de sus paisajes.
Incansable. Los artistas no cumplen años, cumplen obras, y Pepe ha cumplido muchas, pero pronto nos sorprenderá con nuevos proyectos.
Es muy fecundo, pero, sobre todo, es ese hombre bueno que nunca le dice no a un amigo. Lo juro. Al final de la jornada, con la paz de haber hecho bien su trabajo, oxigena las neuronas en su recorrido nocturno por las calles próximas a su íntima Bajada del Carmen, donde se recoge, siempre agarrado a la mano de su compañera del alma.
Mi vicio es juntar letras, defiendo que una palabra puede valer más que cien imágenes: paz, por ejemplo. Pero hoy las fotografías y los grabados han ganado la batalla. Son ventanas por las que podemos asomarnos al pasado de nuestra Segovia.